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IGLESIAS Y BASÍLICAS

Basílica de San Pedro

La desaparición de la basílica constantiniana fue gradual. Desde la primera decisión de Nicolás V Parentucelli de ampliar y restaurar la antigua basílica en la segunda mitad del Quattrocento, encargando a Rossellino, hasta la conclusión del nuevo edificio con la inauguración de la fachada (1612), transcurrieron poco más de 150 años. Un período de tiempo bastante largo en apariencia pero comprensible si se piensa en la enorme mole de trabajo y en los constantes cambios de proyectos que hubo. Estudiar la génesis de la Basílica de San Pedro equivale a conocer la historia de la evolución del pensamiento y del arte en las distintas épocas históricas. A lo largo de los más de 150 años necesarios para las obras de la Basílica, los artistas más famosos de la época se alternaron en la dirección de la “Fábrica de San Pedro”: desde Rafael Sanzio, que hacia 1514 optó por transformar en una cruz latina la estructura de cruz griega del edificio proyectado por Bramante, hasta Antonio da Sangallo el Joven y a Miguel Ángel que, bajo el pontificado de Paulo III, decidió retomar el proyecto original de cruz griega, diseñó la cúpula y siguió los trabajos personalmente hasta su muerte, en 1564. En los treinta años sucesivos, primero fue nombrado el Vignola para dirigir la “Fábrica de San Pedro”, y luego los arquitectos Giacomo Della Porta y Domenico Fontana, a quien se debe el mérito de haber llevado a cabo, hacia 1588, el proyecto miguelangelesco de la cúpula.
La Basílica de San Pedro alcanzó su aspecto actual gracias a la intervención de Carlo Maderno, que retomó la estructura basilical de cruz latina, y definió el aspecto escenográfico de la fachada.
Los trabajos de la basílica terminaron en 1626 y consagrada solemnemente bajo el pontificado de Urbano VIII. Entre 1656 y 1667, por voluntad de Alejandro VII, Bernini proyectó y realizó el monumental pórtico de columnas de la Plaza de San Pedro, colocando en su centro el obelisco del siglo I a.C., situado originariamente, en el centro del circo de Calígula, lugar del martirio de san Pedro. En 1585, el obelisco fue trasladado por Domenico Fontana y colocado en el lugar actual, siguiendo órdenes del papa Sixto V.

Basílica de San Juan de Letrán

Basílica de San Juan de Letrán: Se considera como la Catedral de Italia y del mundo. Fue fundada por el Papa Melquíades y surgió sobre los restos del gran cuartel de los equites singulares, en un terreno propiedad de la familia Plauzi Laterani, donado al Papa por el emperador Constantino. La iglesia cuenta con 5 naves. En primer lugar, fue dedicada al Salvador, más tarde, a San Juan Bautista y Evangelista. Fue restaurada por San León Magno y Adriano I. Fue dañada por un terremoto en el año 896, reconstruida por Sergio III en 905 y decorada por Nicolás IV en 1288-1292. Fue reconstruida varias veces por los papas Urbano V, Gregorio XI e Inocencio X. Este último, con ocasión del Jubileo de 1650, encargó a Borromini su completa restauración. En la basílica se celebraron los concilios de los años 1123, 1139, 1179, 1215 y 1512.

Basílica de San Pablo
    
Basílica de San Pablo Extramuros: También llamada Basílica Ostiense, es la más grande de Roma después de la de San Pedro. Las dimensiones son las mismas que las de la Basílica Ulpia en el Foro de Trajano.
Después de Constantino, fue ampliada por Valentiniano y Teodosio y, a continuación, por su hijo Honorio. Se trata de una basílica con 5 naves, divididas por 80 columnas, la mayor iglesia cristiana después de la Basílica de San Pedro. Su construcción se remonta al siglo IV d. C., sobre el lugar donde fue enterrado San Pablo. La basílica cuenta con un campanario de 5 pisos, los tres primeros de planta cuadrada, el cuarto octogonal y el último en forma de templo circular con columnas corintias. Fue construido por Poletti para sustituir el anterior, de estilo románico-gótico, que fue dañado por el incendio. En el interior de la basílica, resulta el artesonado del techo, con ricos adornos de oro sobre fondo blanco, el ciborio de Arnolfo di Cambio, construido en 1285, espléndido ejemplo de arte gótico y apoyado sobre 4 elegantes columnas de pórfido con capiteles de mármol dorado, así como los mosaicos de Pietro Cavallini, contemporáneo de Giotto. Asimismo, cabe destacar el claustro comenzado a principios de 1200 por Vassalletto.

Basílica de San Clemente de Letrán
   

Basílica de San Clemente de Letrán: La iglesia está dedicada a Clemente, el tercer pontífice de la historia. Según la leyenda, después de su exilio a Crimea, fue lanzado al Mar Negro atado a un ancla. La basílica original, construida en el año 385, fue destruida por los normandos en 1084. Fue reconstruida en 1108 por Pascual II sobre las dos iglesias anteriores, que fueron redescubiertas en 1857. Fachada: la entrada está formada por un porche del siglo XII, que conduce a un cuadripórtico con columnas jónicas. La fachada de estilo barroco tardío es obra de Carlo Stefano Fontana; planta interna: forma basilical; naves: con tres ábsides; presbiterio: sobre la cripta se encuentra el tabernáculo, sostenido por cuatro preciosas columnas de mármol pavonazzetto; cuenca absidal: gran mosaico de la escuela romana del siglo XII; frescos: Giuseppe Chiari, Masolino da Panicale.

Basílica de Santa María la Mayor
   

Es la cuarta de las basílicas patriarcales de Roma después de la de San Pablo Extramuros, S. Pedro y S. Juan de Letrán. También se conoce como Liberiana, ya que fue encargada por el papa Liberio en el lugar en el que cayó nieve durante el verano, por lo que también fue llamada Santa María de las Nieves. Fue erigida por el papa Sixto III en 432, poco después del Concilio de Éfeso, que reivindicó el título de Madre de Dios a la Virgen. Nicolás IV reconstruyó el ábside y Clemente X la fachada principal. El campanario románico, de 1377, con chapitel piramidal, es el más alto de Roma, con unos 75 metros. La basílica cuenta con 3 naves, divididas por columnas de mármol y granito, con capiteles jónicos. Posee un precioso suelo de estilo cosmatesco del siglo XII y un techo artesonado (atribuido a Giuliano da Sangallo) y dorado con el primer oro que se trajo a Italia de América. La basílica conserva memorias antiguas, como sus famosos mosaicos, así como modernas, como la decoración de la capilla Paulina o Borghese.